Este es el texto introductorio a la muestra que hice en Galería Artium en Santiago de Chile, el 24 de octubre de 2017. El texto lo redacté yo bajo la supervisión y corrección de estilo del minucioso Albert Níquen.
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En el universo de los WAKOS de Rafael Lanfranco, el artista peruano construye una narrativa y un mundo de personajes fusionando la estética y mitología tradicional precolombina con el pop asiático, el manga, la cultura popular y el art-toy. El artista propone así una suerte de estética pre-colombina pop, una reconstrucción de la peruanidad, en un país que en los últimos 25 años transita, a veces de manera alegre, y a veces de forma accidentada y tirante hacia la modernidad, la unidad y la globalización, con todos los contrastes y contradicciones que ello acarrea. Así, la obra de Lanfranco incorpora a lo precolombino, lo lúdico y global de lo bonito o “cute”, conocido como “kawaii” en las cultura pop asiáticas del siglo XX y XXI y que encuentra en su principal exponente a Takashi Murakami en lo plástico, o a los mangas del estilo de Osamu Tesuka (Astroboy) y las series animadas como Mazinger Z (Go Nagai), Robotech (Tatsunoko Productions/Harmony Gold USA) que proliferaron en el Perú de los 80s, durante su infancia. En esa década Perú combinaba esta inmersión infantil del j-pop en la televisión, con una durísima realidad política económica marcada por la hiperinflación y la crisis económica, junto a la violencia desatada por el grupo terrorista de influencia maoísta Sendero Luminoso. A partir de la década de los 90s, y durante el último cuarto de siglo, Perú ha logrado enderezar su rumbo y sostener un crecimiento económico que tuvo su apogeo en la primera década del siglo XXI, la llamada “Decada Dorada”. Esto es relevante para el trabajo del artista, puesto que le ha permitido constatar casi en cámara lenta, cuadro a cuadro, el nacimiento de una sociedad de consumo, la presencia a veces embriagadora del capitalismo y una insospechada revalorización de la peruanidad y su reinvención como consecuencia de la integración de Perú con el mundo.
El contraste está muy presente en su propuesta artística, pues si bien sus personajes muestran en su forma y colores una aparente alegría y opulencia, hay una mueca constante en cada uno que da señal de un mundo interior cuestionador, escéptico, complejo e incomprendido, propio del alma que no se siente completa o a la que falta aún madurar (este último parrafo no fue incluido en el texto de la exhibición.)